«Los negativos»

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Los negativos.

Uno de los mayores canceres que hay en cualquier empresa de cualquier sector, son las personas negativas.

Mi recomendación es erradicar la negatividad de la empresa de inmediato.

Un negativo, no puede hacer clientes felices; un negativo no puede hacer compañeros felices; un negativo nunca vera futuro en la empresa; para un negativo todo serán cielos borrascosos con rayos y  truenos, y si algo malo pasara, él ya lo habría previsto, y además cuando ocurriera dirá aquella frase de: “os dije lo que iba a pasar”.

Es más, siempre ha habido negativos. Recuerdo unos dibujos animados donde había dos animales completamente diferentes, que se llamaban  Leoncio el león y Tristón (Lippy the Lion & Hardy Har Har, título original en inglés) era una serie de dibujos animados sobre las aventuras que corrían sus protagonistas. Se trataba de un León del Atlas y de una hiena con manchas y cuyas aventuras se emitieron por las emisoras de televisión estadounidenses desde septiembre de 1962, y llegaron a España en los años 70.

Leoncio siempre con unas fauces sonrientes, demostraba siempre un desmesurado optimismo.

Tristón en cambio, y aunque era una Hiena, ya que representa el contrapunto de su especie, (las hienas de las que se dice que se burlan de todo con sus mordaces risas) pasaba la vida, lamentándose por todo, profiriendo frases pesimistas como «¡Oh cielos, Leoncio, qué horror!», «¿Qué vamos a comer Leoncio?», «No te sulfures Leoncio».

Cada vez que me encuentro en alguna empresa de servicios esta actitud negativa, me acuerdo con cariño de aquellos dibujos y se me salta una sonrisa y la pregunta: ¿Por qué serán tan negativos?.

Con el paso del tiempo me doy cuenta que el aquel servicio de atención personalizada en muchos establecimientos ya no se hace de corazón, y muchos dirán que para lo poco que ganan, como van a estar motivados y hacer las cosas bien.

Por ahí empiezan los problemas de las empresas. Desde un bar de puerto, a un 5* de lujo, el servicio debe de ser excelente, y si la gente que trabaja en el local esta “encabronada” y no dan el servicio correcto, podemos levantarnos y marcharnos, y no volver,….y ese negocio durará poco. Pero cuando el camarero es puntual, simpático, atento, sonriente, ágil y le huele la camisa a jabón,….entonces el negocio suele ser un éxito. Hay sitios a los que vuelvo todos los años para encontrarme, una cosa tan sencilla como una buena atención, una sonrisa, y una actitud positiva.

He observado en los últimos meses y cada vez es más generalizado que la gente que trabaja de cara al público no se preocupa por cumplir los horarios de apertura y cierre de los establecimientos en función de los horarios publicados, ¿Dónde está la puntualidad suiza? ¿y la española? , a un cliente no se le puede hacer esperar.

Tan poco veo que la gente vaya vestida de una forma excepcional, ya no digo que lleven o no corbata, que es lo de menos, si no que por lo menos se planchen la camisa, o que la lleven sin manchas,……no creo que sea yo el único que lo vea. Hay veces que creo que ni se han lavado la cara, y tampoco saben lo que es el perfume. Y una de las cosas que he visto es que la gente está agotada por esas jornadas interminables, y que les falta la sonrisa y están tristes. Creo que vamos por el mal camino. Necesitamos gente positiva en  las empresas que transmita ganas de trabajar con alegría y hacer magia, y por supuesto buenas condiciones de trabajo en todos los sentidos.

En mi último viaje a Milán he estado en un hotel sorprendente,  de esos que se llaman de diseño para millenials y digno de mención ya que tanto los camareros jóvenes como los mayores atendían de forma excepcional, todos los días iban uniformados (con una camiseta planchada) y con una sonrisa. Observando el funcionamiento,  todo giraba entorno al positivismo de un señor que se llamaba Giacomo, a punto de jubilarse, y que solamente con la mirada al equipo de sala, los dirigía, y hacia que los clientes se fueran felices y con un  “Capuccino” perfecto para empezar bien el día.

Positivismo por favor, tan sólo con eso, olvidaremos que está lloviendo en la calle,  que ha empezado el otoño, y que con una sonrisa podemos cambiar el mundo.

¡Oh cielos Leoncio, como hemos cambiado!

 

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